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07 Primero Dios 2018 Julio: MAYORDOMÍA DEL AMOR

MAYORDOMÍA DEL AMOR



PR. CARLOS CARDOSO PINHEIRO

INTRODUCCIÓN

1. Somos enseñados desde niños que Dios es amor. ¡Pura verdad!

2. Quiero iniciar mi mensaje con este sublime pensamiento que se encuentra en el li- bro “Ser semejante a Jesús”: “La naturaleza y la revelación a una dan testimonio del amor de Dios. Nuestro Padre celestial es la fuente de vida, sabiduría y gozo. Miren las maravillas y bellezas de la naturaleza” (p. 232).

3. “Dios es amor” está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba. Los hermosos pájaros que llenan el aire de melodías con sus pre- ciosos cantos, las flores exquisitamente matizadas que en su perfección perfuman el aire, los elevados árboles del bosque con su rico follaje de viviente verdor, todo da testimonio del tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y de su deseo de hacer felices a sus hijos” (Mente, carácter y personalidad, t.1, p. 250).

I. DIOS ES AMOR


1. El amor parece ser usado en la Biblia para definir o describir la esencia de Dios. La afirmación de Juan, “Dios es amor” (1 Juan. 4:7,8), es una de las descripciones más importantes de la naturaleza de Dios en las Escrituras.

2. De hecho, no hay necesidad de ninguna motivación externa, porque amar es la ver- dadera naturaleza de Dios.

3. “El amor de Dios es algo más que una simple negación; es un principio positivo y eficaz, una fuente viva que corre eternamente para beneficiar a otros. Si el amor de Cristo mora en nosotros, no sólo no abrigaremos odio alguno hacia nuestros seme- jantes, sino que trataremos de manifestarles nuestro amor de toda manera posible” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 53).

II. ACCIONES DIVINAS MOTIVADAS POR EL AMOR


1. Dios es amor significa que todas sus acciones son originadas y motivadas por el amor. La elección está basada en su amor (Deuteronomio 7:7, 8), así como en la redención (Isaías 43:4; 63:9).

2. Él no solo ama a su pueblo (Deuteronomio 33:3, sino también al extranjero (10:18). La revelación del amor de Dios alcanza su más profunda dimensión del significado de la encarnación, ministerio, muerte y resurrección de Jesús.

3. Su amor por los pecadores no está motivado por la miseria de su condición pecami- nosa, sino por el hecho de que Dios es amor, ese es el gran hecho que lo hizo amar al pecador a pesar de sus pecados.

4. “Es el amor de Cristo lo que constituye nuestro cielo. Pero el lenguaje nos falla cuan- do tratamos de describir este amor. Pensamos acerca de su vida en la tierra y de su sacrificio hecho en nuestro favor; pensamos en la obra que lleva a cabo en los cielos como abogado nuestro, de las mansiones que fue a preparar para los que le aman; y tan sólo podemos exclamar: ‘¡Oh, la altura y la profundidad del amor de Cristo!’” (Exaltad a Jesús, p. 242).

5. El amor ocurre entre individuos que reciben, dan y se corresponden. Eso plantea la importante cuestión de la naturaleza del amor de Dios antes de la creación. El amor altruista es una posibilidad que solamente existe cuando hay otra persona con quien pueda ser compartido.

6. Antes de la creación, cuando Dios “era”, él estaba solo. Su amor, entonces, ¿era egoísta? ¿La naturaleza de Dios fue alterada después de crear criaturas inteligentes, capaces de recibir amor?

7. Teólogos cristianos dan un resonante “no” como respuesta a estas preguntas. La Biblia habla de solamente un Dios que es amor. El amor altruista, por lo tanto, per- tenece a él, que no experimentó cambios; él es lo que siempre fue: “amor”.

III. AMOR ALTRUISTA

1. Algunos teólogos argumentaron fuertemente que el amor altruista encuentra ex- presión eterna dentro de Dios, en el misterio de la trinidad.

2. Las relaciones entre Padre, Hijo y Espíritu Santo fueron condicionadas por la esencia del amor altruista, que era común a cada uno de ellos.

3. El amor altruista requiere un encuentro de personas distintas, y es exactamente eso lo que encontramos en el misterio de un Dios triuno. A través de la eternidad, el Padre amó al Hijo y al Espíritu; el Hijo amó al Padre y al Espíritu; y el Espíritu amó al Padre y al Hijo.

4. “Por mucho que un pastor pueda amar a sus ovejas, Jesús ama mucho más a sus hijos e hijas. No es solamente nuestro pastor; es nuestro “Padre eterno”. Y él dice: “Y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre”. Juan 10:14, 15” (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 252).

5. “¡Qué declaración! Es el Hijo unigénito, el que está en el seno del Padre, a quien Dios ha declarado ser “el hombre compañero mío;” y presenta la comunión que hay entre él y el Padre como figura de la que existe entre él y sus hijos en la tierra.”

La creación es buena, porque fue traída a la existencia por un Dios amoroso (Génesis 1:31). La realidad altruista es así evidenciada por el cuidado sustentador de nuestro Padre amoroso.

CONCLUSIÓN

Un entendimiento claro sobre el amor de Dios protege la mayordomía de caer en el legalismo. Un mayordomo fiel no es aquel que busca forzar a Dios a amarlo.

El fiel mayordomo, que ama a Dios y reconoce su amor, cuida de los negocios de manera que no avergüence a su Maestro.

Vea lo que dice Elena de White: “Desagrada a Dios la manera negligente en que muchos de los que profesan ser hijos suyos manejan sus negocios mundanales. Parecen haber perdido todo sentido del hecho de que la propiedad que están usando pertenece a Dios, y de que deberán dar cuenta de su mayordomía” (Testimonios para la iglesia, T 1, p. 183).

“En los asuntos comerciales de algunos reina absoluta confusión. Satanás se fija en todo ello y ataca en una oportunidad favorable, y por su manejo de las cosas arrebata mu- chos recursos de las filas de los observadores del sábado” (Testimonios para la Iglesia, T 1, p. 183).

“Me fue revelado el terrible hecho de que Satanás y sus ángeles intervienen más que Dios en el manejo de la propiedad de los que profesan ser hijos de Dios. Los mayordomos de los postreros días son imprudentes. Permiten que Satanás rija sus asuntos comercia- les, y dejan pasar a sus filas lo que pertenece a la causa de Dios y debiera estar en ella. Dios se fija en vosotros, mayordomos infieles” (Testimonios para la Iglesia, T 1, p. 183).

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