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Primero Dios Junio: CÓMO OBTENER UNA VIDA VICTORIOSA

CÓMO OBTENER UNA VIDA VICTORIOSA



PR. LUCIANO SALVIANO

INTRODUCCIÓN

Si yo pidiera ahora que levanten la mano aquellos que desean gustosamente sufrir derrotas en la vida, creo que nadie la levantaría.

Podemos decir que de las derrotas se aprende, que aprendemos lecciones de las derrotas, que nos conformamos con las derrotas, o que las aceptamos; pero hasta ahora no encontré a nadie que le guste ser derrotado o que luche para ser un fracasado.

En Josué, capítulo 6, encontramos el episodio de la victoria del pueblo de Israel sobre Jericó, una ciudad protegida por un ejército fuertemente armado y cercada por gigantescas murallas, sobre la que humanamente hablando, sería imposible de obtener la victoria sobre ella. Sin embargo, los israelitas salieron victoriosos.

En el capítulo 7, nos encontramos con una situación inversa. Hai era una ciudad que a los ojos humanos sería bastante más fácil de conquistar, sin embargo, el ejército de Israel tuvo una amarga y vergonzosa derrota.

La gran pregunta es: ¿Qué llevó a la nación de Israel a vencer en una batalla donde la victoria parecía imposible de alcanzar y a sufrir una derrota donde el desafío parecía mucho más fácil?

Fueron tres los factores preponderantes para los resultados en ambas ocasiones:


1er FACTOR (que llevó al pueblo a ser victorioso en Jericó y derrotado en Hai)

I. DEPENDENCIA DE DIOS (Josué 5:13-15; 6:2) vs. AUTOCONFIANZA (Josué 7:2-5)

a) EN JERICÓ – DEPENDENCIA DE DIOS
La Biblia revela que Josué antes de la batalla en Jericó demostró dependencia de Dios buscando la dirección y confirmación divinas (leer: Josué 5:13-15; 6:2).

Vea lo que dice la revelación profética sobre ese pasaje bíblico:

“Josué veía que la toma de Jericó debía ser el primer paso en la conquista de Canaán. Pero ante todo buscó una garantia de la dirección divina; […] Se retiró del campamento para meditar y pedir en oración que el Dios de Israel fuera delante de su pueblo, vio a un guerrero armado, de alta estatura y aspecto imponente […] Era Cristo, el Sublime, quien estaba delante del jefe de Israel” (Patriarcas y profetas, p. 464. Énfasis añadido).

Dios se reveló a Josué cuando este lo buscó retirándose del campamento para meditar y orar (5:13-15). Y el Señor le garantizó la victoria afirmando: “Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra” (Jos. 6:2). Note que Dios no conjuga el verbo “entregar” en tiempo futuro: “entregaré” sino en tiempo presente: “entrego”. Es decir, en lo que dependa de Dios, el creyente no entra en una batalla para luchar “por la victoria”, sino “en victoria”. ¿Amén?

En la búsqueda por una vida victoriosa, existen tres grupos de personas con tres dife- rentes maneras de actuar:

1. Los que hacen los mejores planes que son capaces y esperan que tengan éxito.
2. Los que hacen los mejores planes posibles y piden a Dios que los bendiga.
3. Y finalmente, los que le preguntan a Dios cuáles son sus planes y enseguida hacen aquello que el Señor les ordena.

Dios tiene un plan diario para nuestra vida revelado en su Palabra:

1. Cada vez que nos despertamos en la mañana y salimos corriendo para las actividades del día sin buscar la revelación de ese plan diario para nuestra vida, a través de la oración y de la meditación en la Palabra de Dios, estamos participando en el primer grupo.
2. Siempre que despertamos en la mañana y solo hacemos una oración para calmar la conciencia, sin buscar saber lo que Dios tiene para decirnos por medio de su Palabra, estamos integrando el segundo grupo.
3. Ahora, cuando nos levantamos de la cama y recurrimos a Dios en sincera oración y buscamos su dirección por medio de las Sagradas Escrituras, estamos participando del tercer grupo.

Dios tiene un plan diario para nuestra vida revelado en su Palabra. Él tiene victorias pro- gramadas para nosotros cada día. Él tiene advertencias para alertarnos de los peligros que nos esperan en ese día. Pero, para saber cuáles son, necesitamos buscarlo cada mañana, así como lo hizo Josué.

No existe victoria sin dependencia diaria, constante e ininterrumpida de Dios.

OBS: Por favor, no confunda victoria con ausencia de problemas. Algunas personas creen que por haber buscado a Dios por la mañana todo tiene que ocurrir como ellas esperan en ese día. A veces, las victorias vienen camufladas de aparentes “derrotas”.


b) EN HAI – AUTOCONFIANZA
En la batalla de Hai, no vemos a Josué buscando a Dios para recibir su dirección. Prefirió confiar en el informe de los espías y en la fuerza de su ejército. Y el resultado fue una derrota inesperada y vergonzosa (Jos. 7:2-5).

2º FACTOR (que llevó al pueblo a ser victoriosos en Jericó y derrotados en Hai)


II. SEGUIR LAS INSTRUCCIONES DE DIOS (Josué 6:3-5) vs. SEGUIR LAS ESTRATEGIAS PROPIAS (Josué 7:2-5)


a) EN JERICÓ – EL PUEBLO SIGUIÓ EL PLAN DE DIOS Y OBTUVO LA VICTORIA
Como resultado de la búsqueda de la dirección divina por parte de Josué, Jesús reveló su estrategia de guerra para derrotar la ciudad (leer Josué 6:3-5).


Sin embargo, la estrategia de Dios parecía algo extraña: el ejército de Israel debería rodear la ciudad una vez por día durante seis días, acompañado por un grupo de siete sacerdotes provistos cada uno con una trompeta de cuerno de carnero y, junto a ellos, el arca de la alianza. Y en el séptimo día de la toma, el día de la batalla, día en que los soldados deberían estar más descansados para la pelea, Dios pidió que rodearan la ciudad siete veces.

Las instrucciones de Dios, a veces, parecen extrañas, inadecuadas o incluso cómicas. Pero el detalle es que siempre funcionan. Cuando las tropas israelitas dieron la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompetas, el pueblo gritó, los muros se derrumbaron milagrosamente, y la nación de Israel tomó la ciudad.

El pueblo solo venció porque siguió las instrucciones del Señor. Así también, si quere- mos tener una vida de victorias, sea en el ámbito profesional, académico, familiar y, sobre todo, espiritual, necesitamos seguir las instrucciones de Dios descritas en su Pa- labra y en la revelación profética (espíritu de profecía). Si no seguimos las orientaciones divinas, no hay cómo ser victorioso.

A veces, esas directrices divinas parecen reemplazables, inadecuadas, o pasadas de moda para nuestros días, pero ellas permanecen y siempre funcionan porque son prin- cipios de Dios para protegernos de las derrotas y de nuestra autosuficiencia.

1. Yugo desigual: Mencione un ejemplo anónimo de un/a joven que desobedeció esa instrucción, se casó con alguien de otra fe y sufrió o sufre hasta hoy las consecuencias.

2. Cuidados con la salud: Cite como muchas personas, por no seguir los principios de salud y por vivir una vida desordenada, terminan con el doloroso resultado de una enfermedad grave.

3. Comunión con Dios: “Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primer trabajo”, muchos que no siguen esta instrucción terminan, en nombre del futuro, trabajando y estudiando tanto que sacrifican sus momentos de comunión con Dios, y terminan apartándose de los caminos del Señor para nunca más volver.


b) EN HAI – EL PUEBLO SIGUIÓ SUS PROPIAS ESTRATEGIAS Y FUE DERROTADO
Como en Hai no se buscó la dirección divina antes de salir a la guerra, Dios no tuvo la chance de mostrar sus instrucciones como ocurrió en Jericó, y el pueblo siguió sus propias estrategias y sufrió una derrota vejatoria (7:2-5).

Dios tenía una estrategia definida para vencer la batalla de Hai (8:4-8). Pero como el pueblo no paró para buscarlo, y prefirió precipitarse en seguir sus propios planes, su- frieron una derrota con la pérdida de 36 vidas. Recordemos que seremos juzgados no solo por lo que sabíamos y no hicimos sino también por lo que tuvimos la chance de saber y la desperdiciamos.

Muchas derrotas dolorosas en la vida podrían ser evitadas si tan solo parásemos para oír y seguir las orientaciones divinas. Dios tiene una salida para cada desafío de nuestra vida, pero, a veces, recurrimos a todos los medios, menos a Aquel que tiene la solución para todas las cosas.

Dios respeta el libre albedrio, nuestra libertad de elegir. No nos revela lo que no quere- mos saber, no nos da aquello que no queremos recibir. Por eso él nos incita a orar y dice “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mat. 7:7, 8).


3er FACTOR (que llevó al pueblo a ser victorioso en Jericó y derrotados en Hai)

III. FIDELIDAD (Josué 6:17-19) vs. DESHONESTIDAD (Josué 7:20-21)

Luego de la gran conquista en Jericó, Dios pretendía continuar bendiciendo a la nación con otras victorias, pero antes, la lealtad del pueblo debía ser puesta a prueba. El man- damiento de Dios luego del éxito en Jericó fue claro y contundente. El pueblo debería destruir todo y a todos, con dos excepciones (leer Josué 6:17-19):


1. Rahab y su familia que estuviese dentro de su casa.

2. La plata, oro, bronce, o hierro que debía ser consagrado al Señor. Y para que no hubiera ninguna duda al respecto del verdadero dueño de aquellos recursos, Dios definió que aquellos bienes deberían ser llevados para “su tesoro”.

Desgraciadamente, alguien decidió desobedecer al mandamiento del Señor. Acán de- cidió ignorar el precepto divino y se apropió de aquello que pertenecía a Dios. Cuando Josué indagó a Dios por el motivo por el cual el pueblo había sido derrotado en Hai, (Jos. 7:7), el Señor respondió enfáticamente: “Israel ha pecado… han tomado del anatema [refiriéndose a la capa babilónica que debería haber sido quemada con las otras cosas], y hurtaron” [refiriéndose al oro y la plata que deberían haber sido llevados al tesoro del Señor] (Jos. 7:11).

El pueblo fue derrotado porque le robó a Dios.

Así también, muchos fracasan en la vida porque se apropian de aquello que no les per- tenece. La Biblia dice: “Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado” (Mal. 3:9).

La fidelidad de Dios es imprescindible para una vida exitosa, pues ella determina si so- mos dignos de la confianza de Dios o no. ¿Cómo Dios nos va a confiar cosas mayores si no podemos ser honestos en cosas tan pequeñas? El deseo de Dios es decir con respec- to a nosotros: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pon- dré” (Mat. 25:21). Dios desea hacernos canales de bendición, pero nuestro egoísmo y deshonestidad nos vuelven presa de estas bendiciones, impidiendo que ellas continúen siendo derramadas en nuestra vida.


LO QUE LLEVÓ A ACÁN A APODERARSE DE AQUELLO QUE PERTENECÍA A DIOS:


El texto bíblico revela de manera implícita lo que llevó a Acán a apoderarse de aquello que pertenecía a Dios: la falta de discernimiento entre lo santo y lo secular.

Dios había considerado la plata, el oro, el bronce y el hierro como “consagrados al Señor” (6:19). Cuando Acán los vio, los consideró como “despojos” (7:21).

Muchos se apropian de la propiedad de Dios porque no aprenden a discernir entre lo santo y lo común.

¿Sabe por qué muchos adventistas guardan el sábado relajadamente haciendo cosas ilícitas en el día del Señor? Porque lo ven solo como un día más, un día común, en lugar de considerarlo santo y sagrado.

¿Sabe por qué muchos de nosotros destruimos la salud comiendo, bebiendo y viviendo contra los principios de salud? Porque al mirarnos al espejo vemos solo un cuerpo humano común; cuando deberíamos ver algo santo y sagrado, el templo del Espíritu Santo.

¿Sabe por qué muchas veces nos apoderamos del diezmo del Señor? Porque cuando recibimos nuestras rentas y las consideramos como solo dinero cuando en realidad par- te de ella, el 10%, es santo y sagrado al Señor.

Por no respetar lo que es santo y sagrado el pueblo fue derrotado en Hai. Así también, si queremos obtener una vida victoriosa, necesitamos ser honestos y fieles para con Dios y no apoderarnos de aquello que le pertenece.


CONCLUSIÓN

Dios es el dueño de todo, y no necesita nada.

La gran pregunta es: si Dios es dueño de todo y no necesita nada, ¿por qué nos pide cosas?

Respuesta: Todo lo que Dios nos pide no es para él, sino para nuestro beneficio. Dios no quiere cosas, él lo quiere a usted; pero para no perderlo, le pide cosas.

La mayordomía es Dios queriendo hacernos victoriosos en todos los aspectos de la vida, sobre todo el espiritual. Pero para eso, él prueba nuestra lealtad.

Si es el Dueño de mi tiempo, necesito probar eso, dedicando las primicias de mi tiempo a él todos los días en la primera hora de la mañana.

Si Dios es el Señor de mi vida, necesito probar eso, siguiendo todas las instrucciones contenidas en su Palabra.

Si Dios es Dueño de mis posesiones, necesito probar eso, siendo honesto, y devolviendo aquello que le pertenece: el diezmo fiel y las ofrendas voluntarias.

Haciendo así, seremos victoriosos, construiremos un carácter semejante al de Cristo, probaremos nuestra lealtad al Señor, y escucharemos su melodiosa voz un día: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:21).

¿A cuántos les gustaría escuchar esas palabras?

ILUSTRACIÓN PARA EL LLAMADO FINAL


La flor de la honestidad

Se cuenta que por el año 250 AC, en la China antigua, un príncipe de la región norte del país, estaba en vísperas de ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, debía estar casado. Sabiendo esto, decidió hacer una competencia entre las doncellas de la corte que fueran dignas de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que ofrecería una celebración especial para las pretendientes al puesto y allí les lanzaría un desafío. Una vieja señora, sierva del palacio por muchos años, oyendo los comentarios sobre los preparativos, sintió una ligera tristeza, pues sabía que su joven hija guardaba un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a casa y relatarle los planes del príncipe, se asombró al saber que ella pretendía ir a la ceremonia. Indagando incrédula preguntó: ¿Hija mía? ¿Qué es lo que harás allí? Estarán presentes las más bellas y ricas doncellas de la corte, por favor sácate esa idea de la cabeza, yo sé que debes estar sufriendo, pero no conviertas el sufrimiento en locura. La hija respondió: No querida madre, no estoy sufriendo y mucho menos estoy loca, yo sé que jamás podré ser la escogida, pero es mi oportunidad de estar cuando menos algunos momentos, cerca del príncipe y esto ya me hace feliz. Por la noche, la joven llegó al palacio y en verdad, allí estaban las más bellas chicas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y aún más, con las más determinadas intenciones. Finalmente, el príncipe anunció el desafío: Les daré a cada una de ustedes una semilla, y aquella dama que dentro de seis meses me traiga la más bella flor, será escogida como mi esposa y futura emperatriz de China. La propuesta del príncipe no se desvió de las profundas tradiciones de aquel pueblo que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, ya fuesen costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, que no tenía mucha habilidad en las artes de jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgiese con la misma extensión de su amor, ella no necesitaría preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada sucedió. La joven intentó de todo, usando todos los métodos conocidos de cultivo, pero nada había nacido. Día tras día ella veía cada vez más lejano su sueño y cada vez más profundo era su amor. Finalmente, los seis meses pasaron y no había brotado nada. Consciente de su esfuerzo y dedicación, aquella joven le informó a su madre que independientemente de las circunstancias, iría al palacio en la fecha y hora acordadas, pues no pretendía nada más que algunos momentos cerca de la compañía del príncipe. En la hora marcada, estaban allí ella y las demás pretendientes, sólo que su vasija estaba vacía y las otras jóvenes pretendientes, tenían todas flores bellísimas variadas en formas y colores. Ella estaba admirada, nunca había visto tan bella escena. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe ob- serva la vasija de cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una por una, anunció el resultado e indicó que aquella bella joven, la hija de la sierva del palacio sería su futura esposa. Los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones... Nadie comprendía por qué había escogido justamente aquella que nada había cultivado. Entonces el príncipe les aclaró: “Esta fue la única que cultivó

la flor que es digna de ser convertida en mi emperatriz: la flor de la honestidad, pues todas las semillas que les había entregado eran estériles”.

LLAMADO FINAL

Un día, “el Príncipe del ejército del Señor” (Jos. 5:15) volverá para elegir a sus súbditos que vivirán con él en los palacios del cielo. Él no elegirá por las apariencias, sino por la integridad de carácter, única cosa que llevaremos de esta Tierra. “porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7).


“No es de los fuertes la victoria, ni de los que corren mejor, sino de los fieles y sinceros, como nos dice el Señor”.


Si usted cree en eso, cante conmigo las estrofas del himno 74 – “Siempre venciendo”.

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